La
mayor ilusión de los dos era montar en barco, pero no en un barco arrugado.
Desde él se imaginaban llamando al señor potato que estaría haciendo lo que más
le gustaba, magia. Sería algo amarillo. Hablarían del perro amarillo, de sus
sueños, y de como quedaría muy bien un columpio en la sala de juguetes, aunque
también un coche no quedaría nada mal... ¡sería estupendo! Estar en albornoz,
notando el aire en el pelo desde ese coche tan grande... aun que tanto viento
quizás les hiciera llorar... Podrían ir a la tienda de delfines, bueno, aunque
el soldado lo intentaba olvidar rascándose la oreja amarilla. Llegarían a
interactuar haciendo hipnosis desde ese coche amarillo. También querían un perro
de pelo brillante, que bailara y diera vueltas como una hélice, que fuera
valiente que saltara, que tocara el clarinete, que fuera gracioso, que les
llamara por su nombre, que le gustara el mar, que fuera como los sharpeis,
arrugadito, que cuando les escuchara hablar llevara las zapatillas amarillas en
la boca, que soñara con pasteles amarillos... ¡qué divertido es estar
aburrido!